Historias de Los Muertos Vivientes (I)

Vivía casi en las afueras de la ciudad cuando ocurrió. Las noticias empezaron a llenarse de cosas horribles. Personas comiéndose a otras en la India. Luego en Londres. En Estados Unidos. En Argentina. En Brasil un vídeo mostraba a muertos saliendo del mar y atacar a los bañistas en las playas tan bonitas que tienen los brasileños. Increíble, pero pensé que era demasiado alarma por cosas que no se extenderían de esos lugar, en Perú no pasaba nada. Luego una vecina llegó, dijo que en la radio habían advertido que los mismos problemas habían en Lima. Arequipa destruida. EL presidente había anunciado toque de queda y cosas que no entendí. Lo que entendía es que había un problema más grande que cualquier otra cosa que pudiera haber vivido. Con mi esposo siempre nos decíamos uno al otro que si había un gran peligro no pensemos el uno en el otro, que solo tratemos de salvar a nuestros hijos.

Por eso no pensé en ir a buscar a mi esposo que estaba trabajando en la oficina y seguramente buscaría la forma de llegar a casa, lo único que pensé fue en mis hijos. Soy una mujer muy nerviosa pero en ese momento no tuve mayor miedo que perder a mis hijos. No tenía miedo a los muertos, ni a la violencia que se desató en la ciudad. Tenía miedo de perder a mis hijos y salí de mi casa con lo que iba puesto. Era horrible. Era un desastre total. Incendios por todos lados, carros chocados, personas con tanta sangre en el cuerpo, pero no sabía si era de ella o de otro. Eran los muertos, los malditos caminantes. Detrás de los vivos, persiguiéndolos, matándolos, destrozándolos, comiéndoselos.

Llegue tarde al jardín donde estaba mi hijo menor. Lo que encontré ahí fue un pequeño ejército de monstruos persiguiendo y matando a las otras madres que llegaron con las mismas ideas que yo. Tal vez tuve suerte y llegue tarde y no pude salvar a mi hijo, pero me salve yo. Esos pequeños monstruos que tal vez hacia unas horas eran pequeños niños corriendo detrás de una mariposa para arrancarle las alas. Eran niños. Ahora eran monstruos, que corrían detrás de una madre de familia y una profesora para arrancarles pedazos de carne de sus cuerpos. Me quede dentro del auto. No sé si habré estado mucho tiempo en shock hasta que vi a mi hijo en medio del sangriento festín. No era él, ya no era él. No tenía una parte del cuello pero arrancaba con fuerza las entrañas de su querida profesora. Desperté. Ya había perdido un hijo, tenía que salvar al otro. Arranqué y fui en busca de mi hijo mayor. Por suerte en su colegio, más alejado del centro de la ciudad, no había infectados ni habían llegado los disturbios. Dicen que los muertos mataron cientos, pero los vivos mataron a miles por escapar de ellos.

Mi hijo estaba asustado al igual que sus amigos y cada persona que se habían encerrado en el colegio. Lo saqué rápido, muchos de sus compañeros seguían esperando a sus padres, pero no llegaban. Tal vez nunca llegarían. Me preguntó por su papá, por su hermano. No le respondí. Conduje hasta el anochecer, sin saber cómo llegamos a una casa aislada en las afueras de la ciudad. Ahí nos quedamos con la mujer que vivía ahí hasta que llegaron ustedes. Ella decía que yo era una mujer fuerte, que a pesar de ver a mi pequeño en esas condiciones no me dejé estar y seguí adelante. Tal vez era verdad. Tal vez hasta ahora no creo que esto haya pasado. No encontré a mi esposo ni lo fui a buscar. Tal vez esté vivo. Ya no importa. Perdí a mi hijo más pequeño. Aunque me digan que no fue mi culpa, nunca me perdonaré por perderlo.

2 comentarios:

Carlos A. Medina dijo...

Pues yo si las quiero leer, están muy entretenidas, saludos.

SUSANA dijo...

QUE HISTORIA TAN HORRIBLE, POR FAVOR!!!!! ATROZ, ESTUPIDA Y ENFERMIZA!!.HAY QUE SER ENFERMO PARA GUSTARLE LEER ESAS GUAZADAS