Nuevo inquilino

Al final acepté, después de todo Javier no era un santo, pero tampoco era un desconocido. Además quería el cuarto por un tiempo, mientras se amistaba con sus viejos. Su plan era sencillo y a la vez bien complicado.

-Imaginate, mi viejo es un conchadesumadre, y mi viejita no se queda atrás. Va a tomar tiempo que me inviten a vivir a su casa, pero lo harán al final.
-Bien conchudo eres, ¿porqué no te quedaste en Lima?

Y me contó, aunque ya me había adelantado algo. Se había ido porque Julissa, que era la chica con la que estaba saliendo parecía estar encinta. Y Javier, con todo lo conchudo que era, tenía miedo de ser padre y peor aún, de enfrentar al papá de Julissa, que recordé, lo conocíamos como el Padrino, porque el tío era mafioso, al menos los rumores.

-Saqué cuentas y podía acabar en cualquier lado con un par de balas en la cabeza o descuartizado. Ya sabes como cuidaba el Padrino a su Julisita.
-Y lo que confiaba en tu inocencia.- le recordé.

Estallamos en risas, Javier se había enterado tres meses después, que Julissa no estaba embarazada ni imaginariamente, y que su huída había sido en vano. Y durante esos tres meses había vivido de casa en casa de algunos conocidos. Consiguió un trabajo en un bar, de mozo, y como él decía, le agarró la estupidez y no se comunicó con sus padres hasta seis meses después. Es decir, nueve meses para que se contacté con sus papás, quienes nos negaron saber de él hasta la fecha. Pero eso sí no le perdonaron la tontería, y el papá secretamente le dijo que si Javier no tenía los huevos para enfrentarse al viejo de la hembrita que se está tirando, él si los tenía para olvidarse que era su hijo.

-Ya ves, si no me mataba el Padrino, me mataba ese huevón.

Llamé a mi madre en Lima, a informarle, de todas maneras se enojó, pero se tranquilizó al saber que Javier había pagado tres meses por adelantado. Me recomendó eso sí, que si hacia algún desorden que lo botara ipso facto. No le haría eso a ningún inquilino, y aunque se lo prometí, pensé que nunca se iba a enterar, así como no se enteró de Teresa, una chica que vivió en mi casa tres meses y sólo pagó dos, ni de Mili, que aún debía dos meses. Bueno todo eso, se debía al pusilánime del encargado, es decir yo.

-Bueno pues compadrito, anda toma tu sal de andrews y duermete porque estás con una cara de muerto.

Le agradecí el consejo, él se fue a su cuarto, y yo al mío. Mi mamá me pedía el 25% del alquiler que se le pagaba, así que tenía un buen presupuesto por lo menos en este mes. Luego ví la casaca de Javier en el mueble, y pensé si no había metido un problema en mi vida.

La llegada

Tocaban la puerta muy temprano, bueno eran casi las 10, pero el día anterior había estado hasta tarde en casa de Martín, y con chelas van, chelas vienen llegaron a las 4 de la mañana, así que todavía tenía sueño.

Además era domingo, me dije, me tapé la cara con la almohada, pero siguieron tocando. Y lo peor es que se escuchaba. Salí a ver quien era. Tal vez uno de los inquilinos.

Debió haber sido la mala noche, o el sol fuerte que dominaba a Chiclayo, pero tuve que cubrirme la vista para ver a la persona que tocaba la puerta.

"Podría jurar que es...", dije al verlo. Estaba más flaco, un poco mas viejo, despues de todo, 3 años, no pasan en nada.

- Que carajo, ¿acaso no conoces a los amigos?

Si, era él. Javier, el pata que se quitó a Lima de un momento a otro, y que nunca llamó, ni lo llamamos tampoco porque dejó su celular en casa de Antonio, y ni sus padres sabían donde se había largado. Estaba cansado se veía, y tenía una mochila al hombro, seguramente su ropa, pensé. Le hice pasar, luego que me abrazara efusivamente, aunque pense en una amistad anterior, ahora no sabía, aunque me empezó a doler la cabeza por la cerveza, él se dió cuenta, y me hizo recordar que yo nunca aprendí a tomar. Le pregunté que de donde venía.

De Lima, venía de Lima, en Trujillo el bus hizo una parada técnica en un grifo y el bajó a estirar las piernas, ahí entabló conversación con dos rubias, buenazas según me decía, que estaban en una camioneta. Le dijeron que iba a Chiclayo también, y lo animaron a ir con ellas. No lo pensó dos veces, aceptó. Hasta imaginó hacer un trío con las rubias. No pude evitar reírme, lo malo que a la entrada de Chiclayo, la camioneta de las rubias se malogró. Llamaron a no se quien, pero la cosa es que le dijeron que ya no lo podían llevar.

- Seguramente el marido de una ellas. - le dije

Hizo un ademán indicando que no le importaba, y me dijo que quería algo.

- ¿Qué?

- Alquilame un cuarto, por un tiempo.

Debía ser un efecto de tanta cerveza del día anterior, escuchaba a mi madre gritarme por telefono al enterarse que Javier estaba viviendo en su casa. No sabía que decir.