Cacería

Él corría a través del campo. Su cuerpo cada vez se hacia mas pesado, más torpe, mas pesado. De su pierna caía un hilo de sangre que dejaba un rastro que sus perseguidores seguían incansables. Era rápido, pero la herida en la pierna le restaba agilidad, y la pérdida de sangre la sentía como un lastre que se le prendía del cuerpo.

Su perseguidor lo acechaba, lo tenía casi en sus manos, no le quitaba la vista de encima, le impedía descansar, le obligaba a seguir corriendo, tenia que hacerlo, estaba sangrando, y eso lo debilitaría a cada segundo, facilitándole su labor, que era matarlo, un poco mas.

Podía sentir su respiración, que era muy calmada, en comparación con la suya que cada vez era mas agitada, más penosa, como si el aire conspirara contra él. Percibía su mirada en su nuca, omnipresente, cada vez más terrible, más insensible.

La emoción que sentía lo embargaba tanto que parecía que volaba detrás de su presa. Allí estaba, apenas a unos metros, a punto de caer, pero siempre con una tétrica sonrisa en sus labios le concedía unos metros más, unos segundos más para que su terror aumentara, y que fuera peor que la herida que tenía en su pierna.

Resbaló, pensó que era el fin, pero no trastabilló y una fuerza extraña que le salió desde muy adentro lo levantó, y le permitió seguir corriendo. Volteo a ver, el estaba atrás suyo. La pierna empezó a punzar, y la sangre seguía saliendo.

Salto una roca, y se deslizó entre dos árboles, acercándosele cada vez mas, ya se cansaba del juego, y tenia que volver a casa. Pero, piso una roca que tenia una mancha roja, la sangre de su objetivo. Y resbalo, cayendo aparatosamente, llevo la mano derecha al cinto, hacia su revolver; mientras la izquierda le servia de apoyo.

Volteo, “¡resbaló! resbalo, ¡se cayó!”, pensó mientras lo miraba caer, y lo seguía mirando, “me escape, miserable, no me alcanzaras”, ganaba metros, lo dejaba atrás a su cazador, y a la muerte. Pero no se dio cuenta que al frente, adelante, estaba un árbol, cuando volteo con una sonrisa, se estrello con el. No fue tan fuerte el golpe, pero si la sorpresa que lo inmovilizo.

Estaba en el suelo, y ya tenia su revolver en la mano, increíblemente él estaba inmóvil, fijo, de espaldas a él. No había tiempo de pensarlo. El cazador apretó el gatillo.

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