En el borde

A veces ocurre que no entendemos para que estamos en este mundo y queremos desaparecernos. Simplemente vemos al mundo como a través de un cristal, como si fuera una mala película. Miramos hacia delante y no vemos nada. En eso estaba pensando al borde del puente. Hacia frío pero no me importaba aun cuando siempre había sido friolento. Eso iban a decir de mi, era friolento, era callado, “era”, porque saltaría y pasaría del feo “soy” o “es” al calmado y muerto “era”. La ciudad era gris y no era una gran ayuda para mi estado de ánimo. Eran las dos de la madrugada, y la garúa y la niebla me daban aun más tristeza que la razón que me impulsaba a suicidarme. ¿Mi Familia? Quién sabe que estarían haciendo. La verdad que sentía que les había fallado. Allí estaba yo, al borde del puente mirando el río casi seco donde mi cuerpo se estrellaría. Tenía que hacerlo bien, no quería quedar agonizante abajo sufriendo interminablemente hasta que alguien me encontrara y me llevara a un hospital donde me devolverían la salud, mi melodramática salud, si es que lo hacían, y a la vida horrible en la ciudad.

No se porque gire la cabeza un poco a mi derecha. Tal vez fue una sensación algo extraña que me impulso a ver hacia un lado. Cerré y abrí los ojos varias veces. Me parecía una alucinación. No me drogaba, así que deseche esa posibilidad. “Debe ser mi estado de ánimo”, me dije. Era una chica como de mi edad, o algo más joven. También estaba en el borde del puente, unos metros más allá. Tenía los ojos cerrados extendiendo sus manos, y su cabello rubio, me parecía, suelto flotaba en el viento. Era de piel clara y vestía un polo y un blue jeans. Pensé que si ella, tan bonita, se iba a suicidar, yo no tenía esperanza. Miré hacia abajo, donde los dos íbamos a terminar. Por que no acercarme a ella y desde allí hacerlo juntos. No. No se que me pasó. Era injusto que esa chica bonita se matara y yo pensando matarnos juntos. Me aleje del borde y caminé hacia ella.

Cuando llegué donde ella, aún estaba en la misma posición y ya no me parecía una alucinación, era muy real. Solo estaba mirándola. ¿Qué crees que haces?, me preguntó sorpresivamente. No se había movido ni abierto los ojos. No sabia que decirle, es decir, que le dices a alguien que se va a suicidar, ¿que no lo haga, cuando tu también lo vas a hacer? Después pensé que ella no se iba a suicidar sino que solo estaba en ese lugar para… ¡no lo sé! “No lo sé. Solo no quiero que lo hagas, lo que piensas hacer.”, le dije. La garúa se había detenido pero la niebla era más espesa. Parecía que estábamos entre nubes. “Quiero acabar con los problemas. Eso quiero hacer”, me replicó.

“No acabarás con los problemas, solo contigo”, dije. “Tú has venido a lo mismo.”, ella abrió los ojos y volteó sobre su propio eje. Continuaba en el borde del puente y me miraba. Tenía una infinita tristeza en su rostro, como cuando despiertas de un sueño triste. “Tal vez soy yo un problema y vengo a terminarlo.”, me dijo. “Sólo no lo hagas, no ahora.”, le pedí. “Debes estar loco para pedirme eso.”

“¿Loco?”, le replique, “Claro que lo estoy. Debo estarlo. Talvez siempre lo he estado.”

Le sujete una mano. Ahora estaba un poco molesta. Se le veía en su rostro. Se podría arrojar al abismo y yo no tendría la fuerza para sujetarla. Pero caminó hacia mí lentamente. Empecé a caminar llevándomela en silencio. Caminamos por horas hasta que pensé ir a mi cuarto, el sitio de tres por tres que alquilaba. No habíamos hablado nada, y tampoco le dije hacia donde íbamos. Ella tenía mucho frío pues tiritaba y temblaba la mano que yo sujetaba y que no quería soltar pues me parecía que aun estaba al borde del puente. Llegamos con la mano libre abrí la puerta, ahora ella la que no me soltaba. Casi amanecía y estaba tan cansado que solo quería dormir. La senté en la cama y me soltó. Cerré la puerta y eche llave. No se porque eche llave, tal vez tenia miedo que se vaya y me deje la sensación de un mal sueño. Pero deje las llaves en mi mesa, no quería asustarla. Me senté en el suelo apoyado en la pared, frente a mi cama, donde estaba ella. No sé cuando, pero me dormí.

Desperté pasado el medio día. Miré mi cama y estaba vacía. Sonreí pensando que lo había soñado. Me paré y me eche en la cama pesadamente. Al echarme sentí en mi espalda un papel o algo así. Si era un papel con algo escrito. “Quién quiera que seas: Tengo que irme.” Allí sonreí nuevamente, si era verdad. Pero que fea nota, “tengo que irme”, bromeé remedando. Como a las seis salí hacia mi trabajo. Mi labor era estar sentado seis horas en la boletería de un cine vendiendo las entradas. El sueldo era miserable pero me ayudaba a vivir. Allí recordé una de las razones por la que iba a suicidarme. Casi terminado mi horario, tomé la determinación de matarme. Ahora sí. Regresaría a mi cuarto y dejaría todo en orden, de nuevo, e iría al puente. Me pregunte mil veces para que había salvado a la chica, o si ella me había salvado a mí.

Llegué a la una de la madrugada y desde la esquina de mi casa miré en las escaleras del vecino una silueta que se me hizo familiar. Era la chica, “¿qué haces?” le pregunté. Encogió los hombros y me miró como pidiéndome unas palabras. “menos mal que llegaste.”, me dijo. Tenía la voz, como explicarlo, era suave, pero tenía ago así como saltos, como si las palabras chocaran con algo en su garganta. Le dije que subiera conmigo. Ni un sí ni un no, solo fue tras mío. Intenté conversar algo con ella pero parecía molestarse cuando le preguntaba algo. Me quede callado. Ella se echo en mi cama. Y me llamó. “¿vas a dormir en el suelo otra vez?”, preguntó mirándome algo irritada.

“Te molesta?”

“No, asi tendre la cama para mi sola, pero no me gustaría aprovecharme de ti.”

“¿Aprovecharte?”, pensé un momento que quería acostarse conmigo por agradecimiento y reconsideré la idea de tirarme por el puente.

“Solo ven”, dijo moviendo una mano.

Me senté a su lado en la cama, ella me miraba fijamente. Pensé que si quería tener sexo, era su problema. En ese momento no tenía ganas de nada.

“No puedo encontrar trabajo. Y además, mis padres se acaban de divorciar.”

Talvez estaba presentándome sus motivos para intentar el suicidio. La mire por vez primera como mira un hombre a una chica que pasa por la calle. No era fea. Era simpática, hasta bonita, diría yo. Vestía una falda hasta las rodillas, pero de la manera como estaba echada en mi cama, dejaba ver unos bonitos muslos, y además su escote era muy generoso. Tal vez si tendría ganas de tener sexo con ella, claro, si ella seguía con esa intención.

“Que raro, yo odio mi trabajo, y quisiera saber que diablos hacen mis padres estos días, no los veo hace mucho”

“Estaba esperando que te tiraras…”

Me reí, era increíble, me contó como había llegado con la determinación de lanzarse pero cuando me vio al borde del puente, esperaba que me tirara para ver como quedaba al fondo, en el río. Tal vez luego ella lo haría.

“¿Qué diría tu novio si supiera que estas en la habitación de un extraño, y además en su cama?”

Su carcajada me dejó helado, era tan fría, tan cortante.

“El idiota se tira a mi prima, así que no le importará mucho. Además no eres un extraño. ¿Y tu novia?”

“No tengo. La última que tuve me dejó porque no tengo un buen trabajo, no gano mucho.”

“Que pena, lastima que haya mujeres así….Oye, me voy…”, dijo parándose repentinamente.

“Pensé que te ibas a quedar hoy.”

“Si, pero, mejor me voy a mi cuarto, mi mamá me va a llamar y no quiero que ella me mate antes de suicidarme.”

“Es muy tarde, mejor te vas en la mañana.”

Tomé su mano. Ella se echó inmediatamente, y me dio la espalda. Antes de dormirse me pidió que la despertara al amanecer, yo la escuche entre sueños.

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